¿Quién es el dueño del Colegio Torrevilano?

Como si de una pregunta de Trivial se tratara, hoy os lanzamos una pregunta: ¿sabéis quién es el verdadero propietario del Colegio Torrevilano?

Tic, tac, tic, tac…

¿Ya lo sabes? Veamos si has acertado. :wink:

Grupo Educare

El Colegio Torrevilano forma parte del Grupo Educare, una red de instituciones educativas privadas.

Este grupo nació en 2015, tras la fusión de:

  • Alma Terra Mater: 65% de la propiedad.
  • GECESA: 35% de la propiedad.

Alma Terra Mater

Se trata de un «family office» (1), que gestiona las inversiones de la Familia Abarca Cidón, conocidos por ser fundadores y propietarios también del grupo de hospitales privados HM Hospitales.

Controla el 65% del Grupo Educare.

GECESA

Ee encarga de la gestión educativa en términos prácticos, con Carlos Madruga Rael como presidente de la entidad.

Controla el 35% restante del Grupo Educare.

El futuro

El sector educativo ha demostrado ser de interés para los fondos de inversión. Por ello, recientemente Grupo Educare contrató a KPMG para gestionar la venta de la empresa.

Operación valorada en más de 300 millones de euros, ya que Grupo Educare ofrece a los inversores un EBIDTA (2) de 17 millones de euros.

Una cifra en línea con los más de 2,5 millones de euros de beneficio del Colegio Torrevilano.

Reflexión: ¿Debería la educación ser un negocio?

La creciente comercialización de la educación plantea importantes cuestiones éticas.

En el caso del Grupo Educare, aunque ofrece una infraestructura sólida y un enfoque pedagógico de calidad, no deja de ser parte de una estructura empresarial con intereses comerciales.

Este fenómeno, donde la educación es vista como una oportunidad de inversión, lleva a preguntarse si la educación debe estar gestionada por entidades que buscan beneficios financieros.

¿Vosotros qué opináis?

Nosotros creemos que la educación no debería ser tratada como un negocio por varias razones:

  1. Desigualdad en el acceso: Esto genera una brecha entre quienes pueden permitirse una educación de calidad y quienes no, perpetuando las desigualdades sociales. La educación, como derecho fundamental, debería estar disponible para todos de manera equitativa, no limitada por la capacidad de pago.
  2. Desviación de objetivos: Las instituciones educativas deben enfocarse en el desarrollo integral de sus estudiantes. Sin embargo, cuando el propósito central es generar beneficios, las prioridades pueden desplazarse hacia reducir costes o maximizar ingresos. Esto puede afectar negativamente la calidad de la enseñanza, el tamaño de las clases y los recursos destinados a cada alumno, privilegiando el lucro sobre la pedagogía.
  3. Ética educativa: La educación tiene un valor intrínseco más allá del dinero. Es un proceso que fomenta el pensamiento crítico, la creatividad y el crecimiento personal. Al tratar la educación como una empresa, se corre el riesgo de diluir su propósito esencial en favor de una cultura de consumo y competitividad basada en resultados financieros.

En conclusión, si bien la gestión privada de instituciones educativas puede brindar infraestructura moderna y buenos resultados académicos, la mercantilización de la educación puede desvirtuar su objetivo principal: formar personas libres, críticas y capacitadas para contribuir positivamente a la sociedad.

Por eso, la educación debería ser vista como una inversión en el futuro colectivo, no como un activo financiero que genere beneficios a corto plazo.